Hoy lo he vuelto hacer, nada más poner los pies en el suelo de modo un tanto inconsciente me he puesto a mirar por la ventana.

A primera vista he descubierto que ya no estaban las golondrinas. Habitualmente exhibiendo su vuelo frente a mi envidiosa cara. Ellas, han visto de lejos como llegaba el otoño, y sin más se han mudado de ciudad, de país, e incluso de continente. Además sin la tentación de mirar  atrás. No teniendo la sensación de haber dejado nada, sin la percepción de pertenencia a ningún sitio, solo son de donde están, queriendo ser propietarias tan solo del aire que respiran, y no del próximo que vendrá.

Esa sencilla circunstancia las hace libres, y por lo tanto felices, sin ser de nada y teniéndolo todo.

Hay que ver qué diferencia con la estupidez de los humanos, empeñados en ser propietarios de todo en exclusiva, arrastrándonos esa avaricia y esa estupidez a comportarnos de la manera más ruin y deplorable posible. Creyéndose mejores por el solo hecho de haber nacido en un sitio u en otro. Empeñándose en crear barreras que tan solo resaltan la necedad y la ignorancia de quien las levantan.

Anhelo enormemente ser vencejo o golondrina para volar libre y alto donde yo quiera,  separándome de la estupidez humana.

 

Ramón Alcañiz Úbeda