De eso, es de lo que cualquier persona depende diariamente para seguir existiendo. Una parada fortuita de ese latir, y todo ha terminado.
Ni siquiera lo efímero y lo casual de nuestra existencia, nos hace en ocasiones actuar con sentido. Somos plenamente dueños de nuestros actos, por lo cual, me cuesta entender que perdamos el tiempo en hacer a los demás, y a nosotros mismos, la vida mucho más difícil.
Creamos tensión, caemos en la violencia y a consecuencia de eso generamos odio. Y lo peor de todo es que a ninguna de las partes esta circunstancia les hace más felices. Estos días, todos estamos sintiendo una especial tristeza, por unos acontecimientos que están sucediendo en nuestro país, totalmente innecesarios, y fácilmente evitables, porque su raíz está directamente enganchada a la estupidez. Estamos siendo capaces de romper unos naturales vínculos familiares, amistades, convecinos y paisanos de toda la vida, por unos símbolos y unos pensamientos postizos, creados por intereses de quien sabe qué, y para qué.
Cada latido de nuestro corazón es único, y además va restando de la cuenta atrás. No hay posibilidad de recuperar todos los que perdimos, ni tampoco enmendar el daño que hicimos.
Aunque parece que no importa, que tenemos muchos latidos, en el tiempo que has tardado en leer esto, has consumido más de cien.
Intenta con el aliento que te queda hacerle la vida más fácil a los que te rodean, y seguro que tú, serás más feliz.
Ramón Alcañiz Úbeda